viernes, 30 de julio de 2010

Punto Ciego - El Mar


© Fernando Rodríguez Durán - Exposición Punto Ciego - "Las reglas del juego" (2/3) Alquídico sobre tabla

Dados, azar, blanco y negro y un barco oxidado de fondo. El reciente fallecimiento de mi padre, un texto que me recuerda a él y que está plasmado con sorprendente fidelidad en el cuadro, lo que también me une definitivamente a él. Pirueta imposible del azar con dados, blanco y negro... y el mar.

"Se marcharon, los dioses, el día de la extraña marea. Las aguas de la bahía, toda la mañana bajo un cielo lechoso, habían crecido y crecido, alcanzando alturas inusitadas, las pequeñas olas inundaban una arena reseca que durante años no había conocido otra humedad que la lluvia y lamían las mismísimas bases de las dunas. El casco oxidado del carguero que permanecía encallado en la otra punta de la bahía desde tiempo inmemorial debió de pensar que iban a volver a botarlo. Después de ese día yo no volvería a nadar. Las aves marinas gimoteaban y se lanzaban en picado, nerviosas, al parecer, ante el espectáculo de ese enorme cuenco de agua inflándose como una ampolla, de un azul plomizo y un brillo maligno. Tenían, aquel día, una blancura antinatural, los pájaros. Las olas depositaban una orla de sucia espuma amarilla en el límite de las aguas. Ningún barco estropeaba la línea del alto horizonte. No nadaría, no. Nunca más."

John Banville, El Mar

Punto Ciego - Grotesquerie


© Fernando Rodríguez Durán - Exposición Punto Ciego - Anónimo 3

La Grotesquerie y La Elegancia, un equilibrio tan difícil de conseguir que, como cualquier juego de pirotecnia, te puede explotar en las manos. Pero no es éste el caso; mientras lo observo, el cuadro estalla en mi interior con agrado, se hace pedazos y, él solo, se vuelve a recomponer como si de una cola de lagartija se tratara. Y así queda en mi recuerdo, majestuoso. El caos calmo omnipresente como elemento de construcción y destrucción continua, reflejo y analogía del proceso de creación de una obra de arte.

Un cordel que ata amablemente a la mujer con el ave. La grulla, de nuevo lo majestuoso unido a lo grotesco. Un cordel que en el mismo momento en el que dejes de mirar el cuadro se tensará, rígido, por la mano impaciente y cruel de la dama. Y a continuación, mientras la catedral chilla de dolor, la grulla emitirá un leve quejido, completamente ajena a la tensión contenida que domina la escena.



jueves, 22 de julio de 2010

Está usted en la gloria (17/10/06)

K. se levantó pronto esa mañana. Como siempre, quizás antes. La lluvia repiqueteaba con fuerza sobre el suelo de la terraza y la sensación de frío le calaba los huesos. Entró en el baño, como cualquier otro día, y esta vez lo encontró más oscuro. Apenas un resquicio de luz tímida entraba por la ventana. A través de ella se intuian los nubarrones; negros y amenazantes.
Una vez en el coche, con la rutina sentada en el asiento de al lado, se dirigió al trabajo. K., impasible ante el atasco, con el gesto impávido como el de una vaca holandesa, esperó a que cincuenta minutos de frenazos, gritos y acelerones se consumieran. "Cuanto antes pasen, mejor", pensaba mientras tarareaba con gesto imbécil alguna canción idiota. El claxon de un autobús escolar le despertó de su letargo y las tetas de la conductora hicieron lo propio con su apetito sexual. En estas llegó al trabajo. Curro, Tajo, Laburo, Cueva, Matadero... lo llamaban de todas formas pero lo que estaba claro es que era una mierda. Una vez allí saludo a su jefe, el Sr. CC, representante en España de Jabones Genitales Smith. El señor cece, de Cara de Culo, de mail Con Copia para antes de ayer, de CaCa de la vaca. Tras el saludo a su jefe, andabamos contando, el silencio de todos los días. Pero aquel día hubo algo más: un gesto torcido que K. no supo interpretar a su debido tiempo.
A continuación un revuelo. Sí, justo en la entrada de su despacho. Gritos, algarabía y una nueva cara sentada en su silla.
- Le presento al Sr L., el nuevo director territorial de Smith & Genitales - dijo el señor cara de culo.
De nuevo el silencio, esta vez cómplice de todos su compañeros. En un extremo de la mesa una caja de carton reciclado con una gran K estampada en el lateral. Dentro una bola antiestress, el retrato de una familia unida y cuatro papeles a modo de justificación:
"... Le agradecemos el servicio prestado durante estos ? años y le deseeamos la mejor de las suertes para su futuro profesional"

Y así empezaron los mejores días de la vida de K., una vida donde los culos y los genitales nunca volverían a formar parte sus preocupaciones.