viernes, 29 de junio de 2012

Despedida y abrazos

Ayer me abrazó un tío sin querer. Y así, gratuitamente, brotó en mí una sensación muy agradable ya olvidada.

Estaba en la despedida de una compañera del trabajo y su jefe, nervioso quizás por su inminente discurso, me confundió con ella y me abrazó, claro. La verdad es que la homenajeada y yo nos parecemos bastante. Gozamos ambas de una estatura y complexión similar pero principalmente de unas ojeras que nos hunden y empequeñecen los ojos, dándonos un cierto aspecto de marsupial, lo que nos hace indescriptiblemente diferentes al resto de los mortales, pues de sobra sabemos todos que los humanos tienen cara bien de perro o de pájaro y son contadas las excepciones.

Pues bien, el abrazo llegó desde atrás, inesperado, firme y amable. A la altura que distingue algo fortuito de aquello que se hace con el corazón; a la altura de la cintura, donde se posa el afecto fraternal y también, por qué no decirlo, el panículo adiposo o michelín. A sabiendas del error, cuyo causante corrigió con serenidad y maestría, que para eso es jefe, me emocioné. Quizás fue la presión en su justa medida, su localización sin duda alguna, pero también lo inesperado del gesto. El caso es que por primera vez en mi vida escuché con atención las palabras de agradecimiento y la nostálgica amargura que el adiós en toda despedida profesional conlleva.

Y por un momento soñé con ser ella, la homenajeada, y así robar la atención del momento... las miradas, los gestos, las sonrisas... ser el objeto de las buenas palabras, a menudo exageradas, de esos sentimientos navideños de paz y fraternidad a deshora... pero sobre todo soñé con ser la destinataria de todos aquellos abrazos, los mismos que me han sido robados desde que él se fué y me dejó con este poso de amargura con el que hoy escribo. Pues todos sabemos que la gente sólo está a tu lado para la fiesta, el carnaval, la dicha y las buenas noticias y cuando todo aquello falta, sólo el abrazo fortuito o por error recupera momentáneamente la bonita sensación de volver a ser querida.

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