martes, 4 de junio de 2013

Jumbo

En la casa de campo dónde veraneaba mi padre ya nada sigue igual salvo un pequeño cajón en su mesilla de noche. Allí quedan unas monedas, un llavero con forma de ancla y un pastillero de colores. También hay una llave con la que se desenganchaban los carritos de un centro comercial cercano que ya no existe. Me gusta acostarme en la cama, boca arriba, como hacía él, y mirar el reflejo furtivo de las luces nocturnas sobre el techo de su habitación. La brisa de verano entra, y allí tumbado, con aquel cajón al alcance de mi mano, se detiene el tiempo ante la banalidad de sus objetos cotidianos y el peso de plomo de su recuerdo. Potasio, Po.