jueves, 15 de febrero de 2007

Jabón de Lagarto

Un objeto inutil no tiene presencia hasta que reparas en su falta o ausencia. Igual que las personas, aunque estas, en su mayoría, son siempre algo más que objetos y algo menos que seres humanos.

Estos objetos, lo inútiles, han formado parte de tu vida hasta su propio aburrimiento. Llegó el momento en que, cansados de tu indiferencia, se marcharon. Para nunca volver. Su trayecto fue siempre el mismo: abandonaron el cajón más bajo de tu mesilla, la guantera del coche o tu bolsa de deportes para poco a poco, sin hacer mucho ruido, alojarse en tu memoria. Allí están más calentitos y tienen la ventaja de que dejan de pertenecer al mundo real, que es un asco y mucho menos divertido. Desde allí gritan, molestan y llaman tu atención hasta que reparas en ellos.

Yo en concreto recuerdo uno de ellos con especial cariño: El Jabón de Lagarto. Durante años estuvo en la encimera de la cocina de mis padres. Siempre le acompañaba un estropajo andrajoso pero de ese casi ni me acuerdo (se ha debido alojar en la memoria de otros). El jabón en cuestión no tenía nada de especial, olía a rayos y además tenía un color verde-pantano-de-san-juan que lo hacía totalmente repugnante. Al menos para el entendimiento del niño que fui. En realidad sigo pensando que mi madre tenía el Fairy escondido en uno de los armarios y sacaba el de lagarto sólo para acojonar. "Vosotros no habéis vivido una posguerra"

El caso es que llegó la pubertad y allí seguía el jabón de lagarto casi intacto (lo utilizaba alguna vez?). La adolescencia amaneció y el jabón mudó a un verde-mugriento-obras-de-la-m30 pero apenas se redujo su tamaño. La presencia inerte del jaboncito caló en la familia hasta el punto de que empezamos a ponerlo junto al belén en Navidades, le dabamos un beso todas las mañanas antes de ir al colegio y leiamos el futuro sobre su superficie ya marrón-mierda-de-político. Pero la madurez llamó repentinamente a mi puerta y aquel bloque de color ya indescriptible desapareció de mi entendimiento. Por muchos y muchos años. Ninguneado como fue por otros objetos que a la larga se han demostrado mucho más inútiles se esfumó.

Hasta hoy, o ayer, o antes de ayer.... no recuerdo, hasta el día que decidí buscar nombre a este blog y encontré el nombre de un objeto inútil pero entrañable. Entonces fui a casa de mis padres, revisé nervioso la encimera y descubrí para mi sorpresa que ya no estaba. Ahora, esta dentro de mí.