Y así, de un día para otro, llegó el momento. Dejé de sentir la necesidad de escribir para nadie. Peor, dejé de necesitar impresionar a nadie. A ningún posible lector por muy ficticio o abstracto que fuera aquel o aquella. Un fin sin lugar a dudas excesivamente pretencioso. El de impresionar, digo. Mucho más, incluso grotesco, habida cuenta de las herramientas con las que cuento: verborrea caótica, incapacidad para la concrección y acuciante ausencia de ideas lógicas. La escritura no es para los mediocres que pretenden reafirmarse mediante ella. Es para los que la sienten y la lanzan contra un pared vacía, para los que la derrochan y la dejan caer por sumideros de olvido premeditado.
Yo he estado allí, en ese limbo de excelencia que sólo mantiene tu ego malherido. Llegó entonces el momento de volver a lo que siempre he sido: un tío triste que un día se creyó distinto... probablemente hasta mejor. Qué ingenuidad más repugnante.
Si eres de los míos... tío, curra en un banco, aburrete vigilando un supermercado, metete a presidente de tu comunidad de vecinos. Pero no jodas, deja la creatividad para otros, no te afectes de cultura porque en realidad te resbala. Reivindica tu esencia... al fin y al cabo la miseria moral domina el mundo. Haz como los demás. Roba, manipula, pisotea, miente. No tiene por que parecer bonito. No es arte.
Yo he estado allí, en ese limbo de excelencia que sólo mantiene tu ego malherido. Llegó entonces el momento de volver a lo que siempre he sido: un tío triste que un día se creyó distinto... probablemente hasta mejor. Qué ingenuidad más repugnante.
Si eres de los míos... tío, curra en un banco, aburrete vigilando un supermercado, metete a presidente de tu comunidad de vecinos. Pero no jodas, deja la creatividad para otros, no te afectes de cultura porque en realidad te resbala. Reivindica tu esencia... al fin y al cabo la miseria moral domina el mundo. Haz como los demás. Roba, manipula, pisotea, miente. No tiene por que parecer bonito. No es arte.