jueves, 22 de marzo de 2007

Antipodas II

En casa hay una enredadera famélica. Más que trepar se arrastra por los suelos.
A su lado una orquídea, planta difícil, luce orgullosa sus hojas.
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A veces lo difícil es fácil y lo fácil... imposible.
Cómo si no el domador nunca es devorado por el león en este circo que es la vida.




jueves, 15 de marzo de 2007

Agua

Un naúfrago cae al agua. El pavor del frío y la oscuridad hacen que agite nervioso los brazos. Así empieza a nadar y a luchar contra lo inevitable. Al cabo de unos minutos, casi una vida, se rinde al silencio y su chapoteo se hace mudo. Exhausto y sin esperanza se abandona a su suerte. Segundos después se hunde y sonrie... hasta el fondo del mar.

sábado, 10 de marzo de 2007

Antipodas I

Veo un edificio de ladrillo rojo y dos puertas separadas por apenas veinte metros.

En una de ellas, la de la izquierda, hay un grupo de mujeres iberoamericanas ateridas de frio. La puerta no abre y hacen cola ordenadamente. Bien por costumbre, bien por combatir el frio, se pegan las unas a las otras sin apenas dejar un resquicio. Sólo la ilusión se cuela entre ellas. De dos en dos. La mirada es triste y la cabeza siempre dirigida hacia el suelo. Sin embargo, la esperanza corretea dudosa hasta formar una corriente de aire que yo percibo desde la calle.

Antes de reparar en el otro extremo del edificio veo un cartel. Es blanco y, a media distancia entre ambas puertas, reza: "Centro Homologado de Enseñanza". Sin comprender prosigo hasta dar con la otra puerta, la de la derecha. Está abierta de par en par. Por ella se cuelan adolescentes desganados. Niños-mochila sin rastro de ese frío que unos metros más arriba hace estragos. Abrigos calientes y corazones fríos, miran indiferentes la cola de la esperanza. Y se deslizan con pesadez y desgana como si fueran al matadero.

La tristeza es patria de los desheredados mientras la desgana nos pertenece a nosotros, a los hijos de la comodidad, del todo-está-hecho.

No termino de entender qué hacen unas y qué hacen otros. Las dos caras de una misma moneda. La del quiero y no puedo y la de puedo y no me da la gana. A veces imagino que la puerta izquierda se abre y esas miradas despegan del suelo, sonrien mientras, extraños, a los niños les despierta un portazo... el de una puerta, la derecha, que ya nunca abrirá.